sábado, 30 de julio de 2016

Los premios de la vida


Nuestra vida transcurría en la actividad del trabajo. 
Algunos domingos visitábamos los jardines del norte
de la ciudad, cuyo recorrido lo hacíamos en bicicleta. 
En el año 78 al ver a nuestro hijo de dos años 
jugando solo en el jardín de la casa, sentí la necesidad
de darle un hermano.

Entregados los resultados de prueba de embarazo, 
el doctor González dijo que había una gestación de
dos meses y medio, me sorprendí recordando las 
palabras de mi amiga bacterióloga, -“Creo que te 
van a decir que tienes un embarazo de unos 15 días, 
tomando los exámenes desde la última ovulación“. 

A mi asombro del tiempo de gestación, el doctor 
González, me pregunto qué pasa? Callé, lo que me 
importó para el momento fue haber confirmado el 
embarazo, en la dulce espera de otro hijo. 

No cupo la felicidad en mi ser, mi cuerpo vibraba, 
a los ritmos del corazón, porque cuando se pide un 
hijo y Dios lo da, solo la madre sabe la respuesta.  

Desde que entró la gestación de Susana, el embarazo 
se tornó no difícil, sino casi imposible de llevar a feliz 
término. Yo gozaba de excelente salud, practicaba 
natación y bicicleta, sin darme cuenta, había otro hijo 
en gestación, con antelación a la de Susana.
A los pocos días comenzó un delicado estado al 
que no se le dio importancia, estos síntomas, 
aparentemente normales los mitigaba la deliciosa 
complacencia  de que nuestra familia no quedaría 
de tres miembros. 

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