martes, 20 de septiembre de 2016

EL DÍA A DÍA

El entorno inmediato de Susana ha sido siempre 
su familia tutelar, especialmente sus dos padres 
o uno, en la ausencia del otro. 
Esta fue nuestra realidad, para no dejarla en
deficientes instituciones de niños discapacitados.
De bebé, Jamás dejamos a nuestra hija con personas
particulares. El único miembro familiar de quien 
recibimos ayuda fue mi madre.

A los tres meses de nacidas, me retiré de mi elegante, 
cómodo y próspero trabajo, para criar a mis gemelas. 
Ambas prematuras, la una con Síndrome de Down y la
otra con extrema inseguridad, que la llevaba a llorar, 
si no estaba sostenida en brazos y acunada, propiciándole 
calor, como si reclamara atención constante de amor...
Había terminado la licencia pos-parto, las vacaciones
pendientes de trabajo y la licencia solicitada sin 
remuneración, dando espacio, suponía yo, para volver 
mi oficina; no hubo otra alternativa, sino retirarme 
para dar a mis hijas la atención materna, dado su estado 
y necesidad de cuidado 24 horas.

Cerramos nuestra casa para ir a vivir a la de mi madre 
primero, luego a la de una de mis hermanas; obtener 
su apoyo hasta que fuéramos a vivir a Subachoque. 
Sarita caminaba, pero Susana no. Mi niña no gateo como 
la mayoría de bebés, que lo hacen en rodillas y manos, 
tampoco como Sarita, cuyo gateo fue de cola, Susanita 
gateó en píes y manos.

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