Algunos domingos visitábamos los jardines del norte
de la ciudad, cuyo recorrido lo hacíamos en bicicleta.
En el año 78 al ver a nuestro hijo de dos años
jugando solo en el jardín de la casa, sentí la necesidad
de darle un hermano.
Entregados los resultados de prueba de embarazo,
el doctor González dijo que había una gestación de
dos meses y medio, me sorprendí recordando las
palabras de mi amiga bacterióloga, -“Creo que te
van a decir que tienes un embarazo de unos 15 días,
tomando los exámenes desde la última ovulación“.
A mi asombro del tiempo de gestación, el doctor
González, me pregunto qué pasa? Callé, lo que me
importó para el momento fue haber confirmado el
embarazo, en la dulce espera de otro hijo.
No cupo la felicidad en mi ser, mi cuerpo vibraba,
a los ritmos del corazón, porque cuando se pide un
hijo y Dios lo da, solo la madre sabe la respuesta.
Desde que entró la gestación de Susana, el embarazo
se tornó no difícil, sino casi imposible de llevar a feliz
término. Yo gozaba de excelente salud, practicaba
natación y bicicleta, sin darme cuenta, había otro hijo
en gestación, con antelación a la de Susana.
A los pocos días comenzó un delicado estado al
que no se le dio importancia, estos síntomas,
aparentemente normales los mitigaba la deliciosa
complacencia de que nuestra familia no quedaría
de tres miembros.