Desde la infancia Susana posaba toda vez que veía una cámara. Sin abonar este campo lo gozábamos tomándole fotos que ella enriquecía, y nosotros disfrutábamos.
Con el paso
del tiempo, buscamos dónde y quién pudiera estimular este encantador arte para
que desarrollara en paralelo la fotografía y el modelaje.
Tratamos en una academia de pasarela infantil, que pronto abandonó, por el estruendo de la música que ambientaba.
Su inclinación
por ver los catálogos y magazines de los centros comerciales era evidente, insinuando
que ella podía modelar los atuendos que exhibían, su ilusión se convirtió en el
pasatiempo familiar de la adolescencia.
Sus innatos delirios de modelo dan paso a su encanto natural. Si accedemos a que muestre su espontaneidad sin esconder el síndrome, destaca su gracia, aceptando su individualidad.